Los muertos exiliados nº 1754 (Warhammer The Horus Heresy) (Spanish Edition) by Graham McNeill

Los muertos exiliados nº 1754 (Warhammer The Horus Heresy) (Spanish Edition) by Graham McNeill

autor:Graham McNeill [McNeill, Graham]
La lengua: spa
Format: azw3
ISBN: 9788445003619
editor: Minotauro
publicado: 2016-07-08T00:00:00+00:00


La sala de interrogatorios estaba helada, como siempre, pero Kai notó una atmósfera tensa que nada tenía que ver con el continuo fracaso de Scharff y Hiriko por conseguir la información que Sarashina había colocado en su interior. Aunque la fragilidad física de Kai hacía que fueran innecesarias las ataduras, lo habían inmovilizado como medida de seguridad a la silla amoldable situada en el centro de la habitación. La adepta Hiriko estaba sentada delante de él, y Kai observó unas manchas oscuras bajo sus ojos que no estaban allí la última vez que se encontraron en el mundo de la vigilia. El interrogatorio la estaba consumiendo a ella tanto como lo estaba consumiendo a él.

—Por favor, ¿tenemos que hacer esto de nuevo? No puedo darte lo que quieres.

—Te creo, Kai, de verdad —le aseguró Hiriko—. Sin embargo, si la Legio Custodes no puede sacarte los secretos que tienes dentro de la cabeza, se conformarán con matarte. Son una organización implacable. Y si no quieres darme de forma voluntaria lo que quiero, entonces no tendré más remedio que arrancártelo.

—¿Qué significa eso?

Hiriko lo atravesó con una mirada en parte melancólica y en parte de exasperación.

—Significa exactamente lo que piensas que significa, Kai. No vas a sobrevivir a esto.

—Por favor —gimió Kai. —No quiero morir. No quiero morir de esta forma.

—Eso ya no importa —le respondió Hiriko—. Otros han decidido que debes morir, pero, por si te sirve de consuelo, quiero que sepas que pronto estarás inconsciente y que no sentirás nada.

La puerta de la sala de interrogatorios se abrió antes de que Kai pudiera responder. Era el adepto Scharff, quien parecía no haber descansado bien desde hacía semanas. El hombre le dirigió una débil sonrisa a Kai e Hiriko lo miró con preocupación.

—Llegas tarde —le dijo—. Nunca llegas tarde.

—He dormido muy mal. Soñé con una figura equipada con una armadura de color rojo y marfil —dijo Scharff, y algo sobre aquella descripción despertó un recuerdo vago en la mente de Kai—. Me estaba llamando.

—¿Qué decía? —quiso saber Hiriko.

—No lo sé, no logré oír nada de lo que decía.

—Quizá se trate de restos de umbra —apuntó Hiriko—. ¿Debería estar preocupada?

Scharff negó con la cabeza.

—No, creo que es algo que procede del trauma psíquico provocado por la llegada del primarca Magnus. Los colores rojo y marfil de la armadura de la figura sugieren una conexión con los Mil Hijos, después de todo.

Hiriko hizo un gesto de asentimiento.

—Parece probable.

Scharff se sentó al lado de Kai y revisó las numerosas vías intravenosas, cánulas y agujas cargadas de sustancias químicas que perforaban su piel pálida. Kai no podía mover la cabeza para ver lo que estaba haciendo, pero su visión periférica era casi tan clara como su visión binocular. Los ojos de Scharff estaban ligeramente desenfocados, como los de una persona a la que se hubiera despertado bruscamente de un sueño profundo. No logró ver las manos del hombre, pero Kai oyó un suave silbido cuando uno de los dispensadores de medicamentos introdujo otra sustancia extraña en su torrente sanguíneo.



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